La fotógrafa Zana Briski acude a ese barrio para poder dar a conocer como es la
vida de las mujeres prostitutas pero la resulta muy difícil acceder a ellas ya
que nadie quiere ser descubierto en sus acciones, todo allí es ilegal. Al
llegar a los burdeles, conoce a los hijos de estas, con los cuales establece
una fuerte relación. Decide darles clases de fotografía, llevarles a la playa,
al zoo… e incluso, buscarles un futuro mejor encontrándoles escuelas que les
admitan, cosa muy difícil porque nadie acepta a los hijos de las prostitutas.
Estos niños han
crecido en un barrio rodeado de pobreza, careciente de esperanza, con un único
fin: el dinero, cuya enseñanza es desoladora y no van a la escuela. Sus padres no pueden servir
de ejemplo para estos niños ya que siguen enseñando el mismo método de vida.
Estos padres saben que sus hijos necesitan una salida hacia una vida mejor y
con futuro pero aun así algunos de estos familiares les niegan un futuro hacia
una mejor vida.
En el documental
vemos a Zana, como intentando ayudarles buscándoles unos estudios básicos en un
internado pero al no tener cultura los familiares más allá de sus vidas, no
comprenden la importancia de saber que la vida no solo es eso. En este caso, a la
mayoría de los niños, sus padres fueron a buscarles o, como le sucedió a una de
las niñas, que su tía no la dejaba ir a la escuela y la obligo a prostituirse.
Ellos han tenido que madurar
a la velocidad de la luz, experimentar cambios y responsabilidades en sus
vidas, trabajar para ganar dinero para la familia, hacerse cargo de hermanos o
tener esa mentalidad de saber que les pasará (acabar en la prostitución,
drogas, delincuencia…). Conocen otras posibilidades e imaginan con ellas pero
dan por sentado de que son inalcanzables, como si solo fueran sueños. Aceptan
su vida tal y como es, como su vivienda les han enseñado.
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